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About Alexandra in Grey
Si, como ella dice, su historia es como la de la cenicienta, entonces el zapato de cristal es «Let me know», una balada reposada y cariñosa donde la voz de Sandra Lusquiños (Avilés, 1985) brilla con fuerza con sólo una guitarra acústica y sale victoriosa ante la muralla de cuerdas y vientos que lleva la canción por los aires en esta versión de estudio. Eso fue lo primero que le cantó al músico y productor Miguel Herrero aquel 28 de junio de 2011. Ella, enfermera, venía del Hospital, de Oviedo. Ese día terminaba un contrato de sustitución de una baja.

Ya había ensayado y colaborado en varios proyectos con Richard García, su compañero en las clases de piano de Jacobo de Miguel en la Fundación de Música de Avilés. Y ahora la iba a llevar a los estudios ACME para que Miguel Herrero, con el que Richard llevaba un tiempo tratando de desarrollar un repertorio de corte entre sesentero y setentero, la escuchara. Primero cantó en la sala de mezclas a pelo mientras Richard la acompañaba con la guitarra. Luego entró en la cabina de grabación y probó sobre unas bases grabadas de «Let me know». Dicen que al guitarrista Kike Sanchís, colaborador habitual en los estudios ACME, se le erizó el vello y que a Miguel Herrero se le quedó la boca abierta y sólo pudo decir: «Para mí».

Es difícil olvidar la primera vez que se escucha la voz de Sandra. Sensaciones parecidas a las descritas anteriormente las habrán vivido, seguro, muchas de las más de cuatro mil personas que en dos meses han visto sus vídeos de Youtube: la cálida, jazzy y conmovedora «Don’t cry» en la que, sin más acompañamiento, canta y toca el Fender Rhodes como si fuera una versión diminuta y tímida y de Nina Simone. En la alegre «I say to the moon», tiempo medio a golpe de ukelele. En la balada de piano «Under the moonlight» o en la potente píldora country rock «Alice».

Sandra consiguió, así, convertirse en «Alexandra in Grey», gracias a Miguel Herrero y Richard García, primero, y a un montón de músicos, después, que incluye a algu- nos de los mejores de la escena asturiana actual (Kike Sanchís a la guitarra, Diego «Manfred» Tioda al bajo, Jorge «Stormy» Otero a la guitarra, Toño Gómez al trombón, Aitor Herrero a la trompeta, Tino Cuesta al saxo, acordeón y teclados, Ángel Ruiz al steel o Rubén Díez, responsable de las cuerdas). Ésos son parte de su banda y algunos de los músicos que han grabado sus canciones, compuestas por ella, por Richard y por Miguel Herrero.

Antes del descubrimiento, Sandra fue una chica que con 15 años y en la casa paterna de Arcade (Pontevedra) se pasaba las sobremesas del verano escuchando los discos de bossa y las grabaciones Billie Holiday que le ponían sus primas mientras miraba la ría de Vigo. Después entró en la Fundación de Música Moderna de Avilés y empezó a cantar en todos los conjuntos que se hacían para los programas de música en la calle. Pero Sandra, que también había empezado a clases de piano con Jacobo de Miguel, ya componía sus primeras canciones («I say to the moon»), necesitaba más. Quería un grupo propio. Puso hasta un anuncio en el «Cero» con la referencia de que quería hacer jazz, pero sólo la llamaron grupos metaleros.

Hasta que llegaron Richard y Miguel Herrero, nadie había dado una oportunidad real y sincera a la belleza del timbre de Sandra. Su voz, atada al consejo de su productor –«no cantes como una negra»–, tiene color propio y brilla de forma especial en el repertorio que esta superbanda le ha preparado y que se alimenta del pop británico más clásico, de alguna monumentalidad setentera, de delicadezas jazzy y de alguna excursión al blues y al rock’n’roll. «Alexandra in Grey», la cenicienta blanca que baila música negra, sólo ha enseñado la pata con los vídeos. Pronto echará a rodar. El cuento no ha hecho más que empezar. No la olviden.

Texto de Chus Neira, publicado en La Nueva España